La censura en los libros en la España de Franco: Forastero en tierra extraña

Hoy les traigo un texto integro, que nos relata la historia de las diferentes ediciones en España de la novela de Robert A. Heinlein, "Forastero en tierra extraña" (Stranger in a strange land, 1961), donde se narran los diversos mecanismos de censura durante la época franquista en España, una historia de lo más interesante, por sus efectos económicos (cómo la censura podía forzar la quiebra de una editorial), y cómo funcionan los Derechos de Autor sobre las obras literarias.

POSFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA, Por Domingo Santos

Forastero en tierra extraña es un libro con una curiosa y en ocasiones rocambolesca historia a lo largo de sus distintas ediciones en nuestro país (España), y con respecto a algunas de las cuales me siento en cierto modo ligado. Aparecido originalmente en Estados Unidos en 1961, no fue hasta 1968 cuando un editor de aquí se atrevió a enfrentarse a su publicación en español. El motivo principal de que no se hubiera hecho antes era, por supuesto, su extensión: por aquel entonces la ciencia-ficción era aún un género minoritario, y lo elevado de los costes hacía difícil rentabilizar una obra como ésta, mucho más extensa de lo normal. Además, su temática era lo suficientemente escabrosa para hacer dudar a más de un editor. Por aquel entonces, la nueva Ley de Prensa e Imprenta ―promulgada en 1966― estaba en pleno apogeo. Se trataba de una ley que pretendía ser progresista… con trampa incluida. En principio eliminaba la censura previa, un trámite obligatorio hasta entonces, y la sustituía por un depósito anterior a la distribución ―a razón de un día de antelación por cada cincuenta páginas o fracción de texto― para que el ministerio opusiera sus reparos si lo creía pertinente; si no lo hacía, la publicación ―libro, revista, periódico, etc.― podía considerarse aceptada y distribuirse. Naturalmente, esto era un arma de doble filo; ya que en caso de no autorizarse la publicación, la prohibición de la obra se producía, en todo caso, cuando el libro ya estaba producido y todos los costes de la edición asumidos. Y, por supuesto, la obra prohibida era destruida.

Lo que pretendía con eso la sibilina ley, y lo consiguió en gran número de casos, era sustituir la censura oficial por la autocensura del editor. Muchos editores, ante las dudas y los temores, preferían expurgar ellos mismos los libros que publicaban a fin de obviar dificultades, con lo que su censura era más concienzuda y a menudo más profunda que la de los propios censores… aunque, evidentemente, más lógica y racional. Para aquellos libros que podían considerarse difíciles, por supuesto, existía un trámite voluntario: la «consulta previa». Esto también era un arma de doble filo, ya que cuando un libro era enviado a consulta previa por iniciativa del propio editor los censores de turno enderezaban las viseras, daban brillo a los manguitos y afilaban los lápices rojos, porque, evidentemente, aquel libro tenía que tener algo. Y, aunque el texto fuera más inocente que un cuento infantil, ellos siempre encontraban algo.

Claro que, aunque el tema fuera delicado, siempre existía la posibilidad de lanzarse, editar el libro y correr el riesgo. De hecho, muchos editores con ideas más o menos progresistas convirtieron precisamente eso en su caballo de batalla, y en este aspecto la Ley de Prensa vio cómo, en muchas ocasiones, le salía el tiro por la culata. Aunque las primeros años de vigencia de la ley ―había que dar ejemplo―, los estamentos públicos tenían que hilar más fino antes de dejar caer su mano sobre una publicación, y normalmente sólo actuaban con contundencia en casos muy flagrantes, con lo que, lentamente, se fueron ganando posiciones en pro de una mayor libertad de expresión.

Pero nadie podía estar nunca tranquilo, y la dura mano de la Administración podía caer en cualquier momento si el editor se confiaba demasiado. Esto fue lo que ocurrió con Ediciones Géminis y Forastero en tierra extraña… y el error fue el fin de la editorial. Se trataba de una editorial pequeña, creada por un grupo de entusiastas del género fantástico y de ciencia-ficción. Por aquel entonces, otros dos locos del género y yo estábamos ultimando los prolegómenos de lo que sería la revista Nueva Dimensión, y tuvimos ocasión de colaborar con ellos en la medida de nuestras posibilidades. Alguien ―no recuerdo quién― sugirió publicar en español la novela de Heinlein, advirtiendo de antemano que tenía en su haber el ser en Estados Unidos una obra de gran éxito ―que había ganado un premio Hugo―, y en su debe su dilatada extensión y lo comprometido de buena parte de su temática. Sobre todo en lo que a religión y política se refería, dos de las vacas sagradas del país por aquel entonces; la tercera, por supuesto, era las Leyes Fundamentales del Movimiento. Pese a todo, los responsables de Ediciones Géminis decidieron lanzarse y correr el riesgo, y nosotros nos santiguamos y les deseamos suerte. No la tuvieron. A las cuarenta y ocho horas de haber efectuado el depósito previo, la policía se presentó en los almacenes de la editorial y precintó toda la edición, que sería destruida poco después, y de la que sólo podrían salvarse unos escasos ejemplares. Hoy en día son guardados como oro en paño por sus propietarios, y constituyen un preciado artículo de colección. Ediciones Géminis no se repondría de este duro golpe, y moriría poco después.

Casi diez años más tarde, en 1976, ya en plena agonía del franquismo, apareció la segunda edición de Forastero… en lengua española. Esta vez fue de la mano de la revista Nueva Dimensión, de la que yo era uno de los irresponsables, pero fue publicada en Argentina. La razón de esta maniobra era muy sencilla: la Ley de Prensa aún seguía vigente y, aunque teóricamente había una mayor liberación, los expedientes seguían cayendo con regularidad metronómica y la cosa continuaba sin estar demasiado clara, puesto que seguía sin haber ninguna regla precisa que dijera: «Hasta aquí puedes llegar, a partir de aquí no». Se importó y distribuyó cierto número de ejemplares en nuestro país, más o menos camuflados, y puede decirse que ésta fue la primera vez que el público pudo leer la novela en nuestro idioma en España.

Más tarde aún, en 1981, una empresa de club del libro, Discolibro, hoy también desaparecida, sacó a la venta sólo para sus socios una nueva edición de la novela. Ésa puede considerarse en realidad la primera edición española que apareció en nuestro país, aunque estaba destinada únicamente a los miembros del club. Para obviar esto, una editora especializada también en ciencia-ficción y fantasía, Ediciones Adiax, publicó el mismo año el libro para el público en general. Sin embargo, en el momento de la edición Adiax, una editora de tan corta como turbulenta vida, se hallaba ya en las postrimerías de su agonía, y el libro apenas tuvo distribución; muchos ejemplares se saldaron y desaparecieron rápidamente de las manos de los vendedores; pero la edición era corta y su difusión, evidentemente, fue muy limitada.

Habría que esperar hasta 1986 para que un editor de libros de grandes tiradas, Ediciones Orbis, sacara a la calle los cien títulos de su «Biblioteca de Ciencia-ficción» en una edición masiva, y como es lógico incluyera en ella al Forastero… Tras todas las vicisitudes anteriores, cabría decir que ésta fue la primera edición que llegó realmente al gran público de habla española: no sólo a un público «del género», sino también a uno mucho más general. Sin embargo, la edición de Orbis estaba encuadrada dentro de una colección de quiosco: se lanzó, se distribuyó, se vendió, se agotó, y nunca volvió a reeditarse.

En 1988, la muerte de Robert Heinlein dio un nuevo giro a la historia del libro. Como explica Virginia Heinlein en su prefacio, el editor original de la novela en lengua inglesa, asustado ante su extensión, hizo que Heinlein redujera el texto en casi una cuarta parte, y así se mantuvieron todas las ediciones hasta después de su muerte, momento en que, visto lo ocurrido, se decidió restablecer su formato original. En Estados Unidos, la aparición a principios de 1991 de la edición original uncut del libro despertó un enorme interés entre el público lector… y un aluvión de ventas, puesto que era la primera vez que el libro aparecía tal como lo había concebido su autor.

La ocasión parecía ideal para efectuar también en España una edición definitiva, y el mejor lugar donde podía figurar ésta era quizá la colección «Cronos», de Ediciones Destino, dirigida por mí. Sin embargo, como si el libro estuviera sometido a algún tipo de maldición, también esta edición tuvo un paso breve y ocasional en el mercado. En primer lugar, el editor no indicó en ninguna parte del libro que se trataba de la edición definitiva, tal como había sido escrita originalmente por su autor, lo cual hizo que aquellos que tenían ya alguna edición anterior no la compraran creyendo que era la misma que ya poseían, sobre todo teniendo en cuenta su elevado precio. En segundo lugar, su publicación coincidió con la venta de Ediciones Destino al grupo Planeta; el cambio de política editorial hizo que la colección no tardara en ser suspendida por no cumplir los nuevos requisitos fijados de rentabilidad, y todos los números publicados fueran sumariamente saldados cuando la obra de Heinlein apenas había iniciado su vida comercial. Pese a todo, el interés intrínseco de la obra quedó demostrado en el momento mismo en que fue saldada: Forastero… duró menos de una semana en los mostradores de saldo de unos grandes almacenes.

Esto pareció marcar el fin —al menos por el momento— de la edición del libro en lengua española. Y era una auténtica lástima el que, tratándose de una obra importante, ninguna de sus ediciones españolas hubiera tenido continuidad. Porque Forastero… no ha sido nunca en España, en toda su vida literaria, un libro de fondo editorial. Sus distintas ediciones, más o menos limitadas, han aparecido, se han vendido ―muy bien, por cierto―, pero no se han reeditado. Con lo que se ha convertido en nuestro país en una especie de libro «maldito», del que se ha hablado mucho pero que muchas personas no han tenido todavía ocasión de leer.

Pese a lo cual, Forastero… ha sido siempre, sin lugar a dudas, un libro de culto. Lo fue ya en los propios Estados Unidos con ocasión de su publicación original, aunque también pasó ciertas vicisitudes, ya que en un principio algunos editores lo rechazaron por su extensión. Por aquel entonces muy pocos editores se atrevían a correr el riesgo de asumir los grandes costes que representaban las novelas demasiado extensas —baste recordar el caso de Dune—, cosa que choca curiosamente con la actitud actual, en la que son precisamente los editores quienes exigen a sus autores conocidos una extensión mínima a sus obras. Ganador tras su aparición del prestigioso premio Hugo ―el más importante del género―, Forastero… siguió una firme trayectoria ascendente que culminó a finales de los años sesenta, cuando se convirtió en el libro de culto de los estudiantes universitarios norteamericanos y en la Biblia de cabecera de buena parte del movimiento hippy. Esto acaeció sin duda por sus iconoclastas ideas hacia los poderes establecidos y su planteamiento y defensa de la vida comunitaria, el amor libre y en grupo y un misticismo muy siglo XX. Desde entonces, el libro ha sido uno de los clásicos indiscutidos del género en lengua inglesa, y nunca ha dejado de hallarse presente, en alguna de sus muchas ediciones, en los estantes de las librerías.

La edición uncut promovida por la viuda de Heinlein tras la muerte del autor despertó un nuevo interés y revitalizó la obra: casi una cuarta parte del texto suprimido originalmente, ahora recuperado. La pregunta fue desde el principio unánime: ¿significa esto mucha diferencia?

La realidad es que no. Russell Letson, en su crítica del libro para la revista Locus, dice textualmente al respecto, después de indicar que no había hallado diferencias apreciables con la edición que había leído hacía quince años:

«… así que rebusqué mi edición de bolsillo de Avon de 1962 para ver cómo estaba la cosa, y recomiendo el ejercicio a cualquiera que alguna vez haya gruñido que Heinlein no sabía cómo recortarse a sí mismo. Si alguna vez deseó hacerlo, o si tuvo que hacerlo, son dos preguntas completamente distintas. Las supresiones de la primera página del capítulo primero parecen típicas: una frase de cinco palabras del primer párrafo; todo el segundo párrafo ―quince palabras―; dos palabras del tercero; y del cuarto largo párrafo siete palabras individuales, una frase de tres palabras, y la sustitución de una frase de cuatro palabras por otra de quince. Oh, y una letra».

Un examen exhaustivo de las dos versiones (me he tomado la molestia de hacerlo), confirma ese juicio a lo largo de todo el libro: nada crucial de la obra fue eliminado en las ediciones anteriores. Los rumores que surgieron entre los aficionados estadounidenses al conocerse la noticia ―cuando el libro se hallaba aún en prensa― de que Heinlein se había visto obligado a suprimir páginas enteras a causa de lo atrevido de sus ideas, carecen de fundamento. Ciertamente, fueron suprimidos párrafos enteros, pero todos ellos se incluyen en lo que podríamos llamar «relleno», la ambientación del libro. Contra lo que se dijo también al principio, el editor no cortó ni mutiló nada por su cuenta: fue el propio Heinlein quien efectuó la tarea, y hay que reconocer que lo hizo condenadamente bien, puesto que logró suprimir casi una cuarta parte del texto sin menoscabo alguno de la obra general. Hay frases que evidentemente quedan más redondas tal como las concibió el autor que como fueron finalmente publicadas; otras no. Pero hay que dejar bien sentado que Heinlein, en su obligada poda, consiguió que ningún episodio, detalle, lance o acontecer de sus personajes quedara desvirtuado con las supresiones. Lo cual es una auténtica hazaña.

De todos modos, la libertad del escritor para con la integridad de su propia obra es un derecho sagrado, y ningún editor debería imponerle podas o rectificaciones: el libro será bueno o malo, se publicará o no, pero tiene derecho a hacerlo tal como surgió de la mente de su autor.

Por ello me sentí orgulloso y feliz hace cinco años, después de casi veinticinco de aquella primera y desgraciada edición de Géminis, de poder ofrecer al fin en lengua española, en Ediciones Destino, una edición completa y definitiva de la obra más importante de Robert Anson Heinlein y uno de los pilares de la ciencia-ficción mundial, tal como surgió de su pluma. En cierto modo, lo consideré un deber y una retribución: durante muchos años me he sentido, a nivel personal, un poco en deuda con este libro. Y por eso también sentí una gran decepción cuando la edición de Destino se malogró de una forma tan repentina y absurda, un poco al estilo de todas las anteriores.

Ahora, al fin, Plaza & Janés parece haber recogido la antorcha y decidido efectuar una edición realmente definitiva: espero que no sea también perecedera como las anteriores: Forastero en tierra extraña no es, nunca lo ha sido, una obra de una sola edición, sino un libro de fondo para que todo editor que se precie lo cuide, mime y mantenga en su catálogo. No se trata de un libro de temporada, como lo ha demostrado de forma fehaciente a lo largo de los años. Estoy seguro de que las ediciones se irán sucediendo, quizá sin prisa pero sin pausa, y que a partir de ahora, aunque sea con retraso, muchos nuevos lectores ―y algunos de los antiguos― podrán encontrar sin dificultad la obra en los estantes de las librerías en el momento en que deseen adquirirla y leerla.

Méritos para ello no le faltan.

Domingo Santos

SANTOS, Domingo (1996). Posfacio a la edición española. En: HEINLEIN, Robert A. Forastero en tierra extraña [Stranger in a Strange Land]. Plaza & Janés Eds., Los «Jet» de P & J, 315: 871-879. ISBN: 84-01-46315-7.

Premio Hugo 1962 de Novela
Sinopsis del libro:

Objeto de escándalo tras su publicación, libro de cabecera de la cultura hippie, biblia de Charles Manson y sus seguidores, Forastero en tierra extraña es la novela más polémica e iconoclasta del género de ciencia ficción. Humano por parte de padres, marciano por nacimiento y educación, Valentine Michael Smith llega a la Tierra como un auténtico forastero. Pese a su ascendencia terrestre, Smith piensa y siente como un marciano y no tiene nada en común con los seres humanos. Su peripecia en nuestro planeta se convertirá en motivo de asombro y escándalo allá donde vaya...

Autor de novelas tan célebre como Historia del futuro, El número de la bestia y la presente, Robert A. Heinlein (1907-1988) es, junto con Asimov y A. C. Clarke, uno de los máximos exponentes de la ciencia ficción clásica.

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